El barrio de Ménilmontant, en el distrito XX de París, es un hervidero ese fin de semana. Hay mucha gente que ha llegado de distintas partes de Europa para participar en la marcha anual que recuerda el asesinato del joven Clément Méric a manos de un neonazi. Es junio de 2023, se cumplen 10 años del crimen y sus camaradas de Action Antifasciste Paris-Banlieue (AFA Paris) han organizado diversos actos en su memoria. Una serie de conferencias llenaron el día anterior un edificio sindical, donde hablaron activistas sociales de varios países implicados en la lucha contra la extrema derecha. La manifestación tuvo lugar al día siguiente y logró reunir a miles de personas.
Horas después, ya oscureciendo, las calles alrededor del Saint-Sauveur, el bar antifascista del barrio, están tomadas por los asistentes a la marcha. Conversamos con algunos de los organizadores, que nos cuentan cómo, al mismo tiempo que crece el partido de Marine Le Pen, los grupos neonazis se están reorganizando. El Saint-Sauveur fue fundado hace años por Julien Terzics, histórico militante antifascista de los Red Warriors, el colectivo que mantuvo a raya a los nazis durante la década de los ochenta y los noventa, protagonista del documental Antifa, chasseurs de skins (Marc-Aurèle Vecchione, 2008) y batería de la banda de punk Brigada Flores Magon, una de las que tocó en el concierto de bienvenida de las jornadas a las que asistimos.
Terzics falleció este verano, pero dejó un buen legado. Los militantes de Action Antifasciste Paris-Banlieue, que se consideran herederos de aquellos grupos de autodefensa y que realizan una intensa actividad política desde hace casi 20 años, han querido contar su historia a La Marea y analizar cómo está actualmente la situación en Francia, más allá de los grandes titulares sobre la conformación del nuevo Gobierno y las aventuras y desventuras de la izquierda institucional. Un año después de reunirnos en París, tras los mejores resultados de la extrema derecha en las elecciones europeas y presidenciales, retomamos el contacto.
El origen de AFA Paris
Explican cómo surgieron en 2008, por la confluencia de activistas de distintos espacios políticos, conscientes de que se necesitaba una respuesta en las calles a la violencia creciente de los grupos de extrema derecha. Se habían encontrado ya durante el movimiento contra el CPE (‘Contrato de Primer Empleo’) en 2006, y todos coincidían en que la extrema derecha del Bloc Identitaire y otros grupos, debía ser confrontada también en las calles. “La idea era dar una dimensión más práctica a lo que era, digamos, un marco un tanto teórico”, afirma uno de los miembros de este colectivo. Se trataba, recuerda, de “ampliar la politización de una práctica bastante habitual: la de la confrontación ritualizada con los grupos de extrema derecha”.
Como sucede en todas partes, estas batallas políticas se suelen ningunear e ignorar por gran parte de la sociedad, también por la izquierda menos arraigada a los barrios y a la militancia de base, pero en 2013, todo cambió. “En 2013, el asesinato de nuestro compañero Clément Méric (durante un enfrentamiento con cabezas rapadas) nos puso de repente en el punto de mira, en una especie de huracán mediático que nos obligó a posicionarnos públicamente en dos frentes: contra el intento de recuperarnos mediante una especie de antifascismo moral, con ciertos políticos declarando, por ejemplo, «yo soy antifascista», y contra nuestra estigmatización por parte del campo político-mediático”. Una historia habitual cada vez que hay un crimen de la extrema derecha, donde las víctimas acaparan toda la atención de los medios de comunicación, siendo cuestionadas y equiparadas con sus victimarios, en la habitual posición equidistante extremocentrista entre fascismo y antifascismo. Fue entonces cuando el colectivo dio un paso adelante: “Empezamos a hablar en público un poco a nuestro pesar, porque nos vemos sistemáticamente atrapados en acontecimientos que, en realidad, no hemos iniciado, ya sea la muerte de Clément o episodios de represión”.
Ultraderecha normalizada
El auge y la normalización del Reagrupamiento Nacional (RN) de Marine Le Pen ha supuesto un escenario favorable para los grupos fascistas más callejeros, aunque aseguran desde AFA Paris que no es que hayan crecido, sino que “están más integrados que nunca en la vida política francesa, sobre todo a nivel institucional. Son estas relaciones, que trazan el mapa de las fuerzas de la fascistización en este país, desde el extremo centro hasta la extrema derecha”. Aunque la violencia no ha cesado (recuerdan que, tras las elecciones europeas, varios neonazis fueron detenidos por una agresión homófoba en París), “la mayoría de estos grupos fascistas tienen numerosos vínculos con la escena política francesa. Algunos miembros históricos del GUD (Groupe Union Défense, histórico sindicato estudiantil de extrema derecha, reorganizado recientemente e ilegalizado este año) han hecho carrera en el RN, sus propios hijos les han tomado el relevo y sus padres están afiliados a las ejecutivas del partido, próximas a Marine Le Pen. Sus actividades políticas y esta afiliación les han permitido trabajar para el gigante industrial Bolloré, como guardias de seguridad en su isla privada, por ejemplo. Así que no se trata de porosidades entre diferentes círculos de la fachosfera. Es una entidad única que se desarrolla y evoluciona a lo largo de varias generaciones”.
A pesar del respaldo que supone para los grupos nazi-fascistas que haya un partido cuyo discurso recoge lo que ellos predican (aunque con palabras más ‘aceptables’), desde AFA Paris insisten en que no hay que sobrevalorar a estos grupos. Recuerdan que, a pesar de su penetración institucional, las protestas masivas que se han vivido en Francia y los grandes movimientos sociales de la última década han sido espacios hostiles para los fascistas. “Aunque han intentado estar presentes en ciertos movimientos sociales, como el de los chalecos amarillos, han sido expulsados de las grandes manifestaciones de París. No consiguieron sacar partido de las movilizaciones contra el pase sanitario, el gran movimiento que esperaban, y recibieron un correctivo cuando intentaron salir a la calle en el momento de las revueltas tras la muerte de Nahel (un joven de los barrios periféricos asesinado por un agente de policía, cuya muerte provocó un levantamiento de las banlieues francesas contra el racismo y la violencia policial que duró varios días). Incluso oponiéndose a la reforma de las pensiones, el RN no ha conseguido hacerse el menor hueco en el movimiento social. Más recientemente, la proliferación de intervenciones fascistas, incluidas las sionistas, como hemos visto en varias ocasiones con grupos como Nous Vivrons, han sido frenadas en seco por las calles y desbaratadas por aquellos a quienes querían atacar”.
Cuando hablamos de la fascistización que se vive en Europa, AFA Paris nos recuerda que hay que ampliar el encuadre: no son solo los partidos y grupos bien identificados los que están acelerando esta tendencia, “es la intensificación del autoritarismo y del racismo lo que trae la posibilidad del fascismo en el país”. Esto lo vinculan “a la crisis del neoliberalismo y a la persistencia de estructuras neocoloniales en Francia”, de lo que culpan tanto a las derechas como a las izquierdas que han pasado por las instituciones. “La derecha está lejos de tener el monopolio de la fascistización en los últimos años, y muchos columnistas, periodistas e intelectuales mediáticos de izquierda son proveedores de un ‘racismo presentable’, como el Printemps Républicain, por ejemplo, el movimiento surgido de la izquierda laica que sirvió de fermento a la islamofobia”. Y remarcan: “La guerra contra los pobres, la caza del enemigo interno y los desvaríos imperialistas en el exterior son el terreno fértil del fascismo”.
Es la intensificación del autoritarismo y del racismo lo que trae la posibilidad del fascismo al país”
La diversidad que desfila por las calles de París durante la marcha en memoria de Clément Méric a la que asistimos es notable. La cabecera de la manifestación, de hecho, es una perfecta muestra de la sociedad francesa actual: jóvenes y mayores, blancos, árabes, negros, latinos, mestizos, mujeres con velo, sin velo, con banderas de Palestina, del Kurdistán, de Nueva Caledonia. El racismo que atraviesa Europa es un componente estructural indisociable del capitalismo, del colonialismo y del avance de la extrema derecha, por eso, el antirracismo y el internacionalismo es indisociable del antifascismo. Ya hace años que AFA Paris estuvo presente en la jungla de Calais (donde personas migrantes intentan cruzar al Reino Unido), y fue allí donde el antifascismo y el antirracismo político empezaron, para ellos, a tomar forma en la práctica: “Fuimos a manifestarnos contra los grupos de extrema derecha que atacaban a los migrantes, y al mismo tiempo esto nos llevó a encuentros con comités de barrio y a luchas antiimperialistas en torno al movimiento de Gaza en 2014”.
Gaza y fin del antifascismo republicano
AFA Paris ha estado involucrado en numerosos actos y campañas de solidaridad con Palestina. En varias ciudades, los grupos de extrema derecha proisraelíes han atacado algunos actos, por lo que es habitual encontrar a militantes antifascistas protegiendo estos espacios y a sus participantes, repeliendo las agresiones. “El genocidio en curso en Gaza es un momento que cierra definitivamente una secuencia propia de Occidente, la que hemos acostumbrado a llamar ‘antifascismo moral o republicano’. Con esto, nos referimos a un antifascismo que define y limita el fascismo a la extrema derecha organizada, percibida como una persistencia del pasado, que permite glorificar las instituciones surgidas de la victoria de 1945 y que solo se invoca en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales para hacer frente a la extrema derecha”, advierten.
Para AFA Paris, la actitud de las instituciones francesas y de una parte de la sociedad ante el genocidio en Palestina es parte de un racismo y una islamofobia que no se circunscribe única y exclusivamente en la extrema derecha: “El giro autoritario continuo que hemos vivido durante casi dos décadas refleja muy claramente esta islamofobia de Estado y esta angustia identitaria, desde la ley de 2004 sobre el velo hasta la ley sobre el separatismo, pasando por las leyes antidisturbios y antiterroristas, las repetidas ilegalizaciones de organizaciones (como la ilegalización del Collectif Contre l’Islamophobie, CCIF, una ONG que lucha contra la discriminación de las personas musulmanas, entre otras), la extensión y la constitucionalización del estado de emergencia y las condenas por apología del terrorismo atribuidas sin descanso a todas las personas que han apoyado públicamente a Palestina”.
La conciencia internacionalista y anticolonial es uno de los pilares básicos de este colectivo, del que forman parte también numerosos activistas cuyos padres o abuelos llegaron décadas atrás de las antiguas colonias francesas y de otros países del sur global. Por eso, su discurso choca frontalmente con algunas izquierdas a las que consideran cómplices del racismo institucional. Así pues, consideran que todas las políticas represivas y las leyes racistas “son fundamentalmente maneras de reafirmar y consolidar la soberanía de la blanquitud, tan necesaria para el capitalismo, y evidentemente están alimentadas por ideólogos de extrema derecha. Pero sería engañarse a uno mismo pensar que ellos son la vanguardia exclusiva de la fascistización. De la misma manera, existe todo un polo de fascistización surgido de la izquierda que sigue reivindicándose como tal. Por eso lo repetimos: la lucha contra el fascismo no puede reducirse a la lucha contra la extrema derecha organizada, que también debe ser combatida en todos los niveles, desde la izquierda institucional hasta todas las capas de la sociedad en las que estas ideas han permeado”.
En Francia, la imagen que se tiene de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y de su relación con la extrema derecha no es muy distinta a la que diferentes colectivos y personas tienen en España. No son pocos los casos de abusos y las muertes de jóvenes racializados a manos de agentes policiales, algunas de las cuales han desencadenado disturbios en todo el país, acusando a las fuerzas del orden de actuar con saña en los barrios populares y bajo los efectos de los prejuicios raciales. “La primera milicia organizada que más negros y árabes mata hoy en Francia no son los grupos de extrema derecha, sino la policía nacional. En los últimos años hemos asistido a un proceso de radicalización y empoderamiento de la policía, que, además de su función represiva, empieza a desempeñar un papel político de pleno derecho. Este lobby racista y de seguridad tiende claramente a influir en los debates y las políticas públicas a través de su sindicato Alianza. También son cada vez más evidentes los vínculos entre los círculos policiales y la extrema derecha más radical, como revelan los policías implicados en los canales ultraderechistas de Telegram, por ejemplo ‘FR DETER’ en 2023, una conversación que planificaba acciones racistas”.
La primera milicia organizada que más negros y árabes mata hoy en Francia no son los grupos de extrema derecha, sino la policía”
AFA Paris es un colectivo urbano, y como tal, su acción tiene un alcance limitado, algo que muchos colectivos nacidos y crecidos en las grandes ciudades admiten que puede ser un hándicap cuando su lucha pretende extenderse más allá. El campo, las zonas rurales, son territorios que históricamente se han sentido olvidados y maltratados por las instituciones, algo que sucede tanto en España como en Francia. “Para que el antifascismo sea eficaz en estas zonas, debe arraigarse en esta realidad histórica y social. Esto significa adoptar un enfoque pragmático, reforzar las redes de solidaridad existentes y promover alternativas políticas creíbles”, defienden desde AFA Paris.
“Sólo podemos hacer autocrítica de nuestros movimientos, la mayoría de los cuales se centran únicamente en las ciudades y las zonas urbanas”, admiten los antifascistas parisinos. “No tenemos presencia en el campo. Esto se aplica no sólo a las redes de Acción Antifascista, sino más ampliamente a los movimientos autónomos [de la izquierda radical]. Existe un proletariado fuera de nuestras ciudades, pero sigue siendo inalcanzable desde nuestras posiciones metropolitanas. Tomemos el ejemplo del último movimiento de los agricultores, que comenzó en enero de 2024. El impulso popular y la ira legítima fueron directamente capturados por las fuerzas capitalistas de la FNSEA, e incluso por la extrema derecha con la Coordination Rurale, que parece ser un ejemplo exitoso de sindicalismo de extrema derecha muy cercano al RN. (…) Nos corresponde dejar de ver las zonas rurales como un mero territorio hostil –lo que históricamente han sido casi siempre en Francia– para verlas también como un espacio de lucha”.
Más allá de las urnas
Los resultados de las elecciones presidenciales fueron un pequeño respiro ante la arrolladora victoria del partido de Marine Le Pen en las europeas semanas antes. El Nuevo Frente Popular (NFP), la alianza de las izquierdas, logró eclipsar a los ultraderechistas, pero los equilibrios de los macronistas para evitar gobernar con la izquierda han dado otra pátina de legitimidad a la extrema derecha. “Si bien el escenario de un gobierno del RN se ha pospuesto por el momento, no se ha frenado la radicalización de la derecha. El macronismo ya ha marcado una huida hacia adelante, hacia políticas fascistas, y el ego de un hombre vinculado a la radicalización de la burguesía hace que las cosas sean aún más inciertas. Por decirlo claramente: no estamos a salvo de un golpe de Trafalgar bonapartista que venga del extremo centro y no de la extrema derecha. Y no hay más remedio que romper colectivamente esta trayectoria hacia el fascismo, mucho más allá, de hecho, de una sola papeleta electoral. Esa es nuestra tarea”, afirman desde AFA Paris.
Si el antifascismo se reduce a un llamamiento al voto estratégico, se vuelve incapaz de construir una auténtica resistencia”
El miedo a un gobierno de extrema derecha ha sido una de las principales banderas de los partidos socialdemócratas estos últimos años. Sirve como espantajo y a la vez, como aglutinador del voto reactivo ante el auge ultraderechista, pero, como ha sucedido también en España, tiene su truco: “Si el antifascismo se reduce a un llamamiento al voto estratégico, se vuelve incapaz de construir una auténtica resistencia social y política a las ideas de extrema derecha fuera del ciclo electoral. En la AFA siempre hemos defendido la posición contraria, es decir, no limitarnos a prescribir acciones en las urnas. Nuestro papel está en otra parte, en la calle, como siempre hemos hecho. Seamos sinceros: una victoria del Frente Republicano no es una victoria de nuestro bando. Es solo un respiro”.
“Hay que construir un bloque popular que trascienda el horizonte electoral, y eso solo ocurrirá si desarrollamos una política de la calle, de la acción, capaz de identificar objetivos lógicos y emplear los medios adecuados para derrotar a nuestros enemigos y las infraestructuras que los apoyan. Este camino solo es posible si practicamos una política que combine hábilmente defensa y ataque. Una defensa firme de las consignas elaboradas en la efervescencia de las luchas populares en las que hemos estado involucrados durante los últimos 10 años. A través de ellas se ha intentado desafiar el consenso neoliberal y la intensificación del racismo, impulsado en el campo de la política institucional por las fuerzas de la izquierda rupturista. Y una ofensiva decidida para desbordar continuamente a estas fuerzas, hacer irreversible el ida y vuelta, y desencadenar una trayectoria de bifurcación”.
El espantajo del RN, como todas las extremas derechas, ha servido para construir una especie de ‘antifascismo respetable’, no demasiado problemático para el establishment, que se limita a lo moral y que, según AFA Paris, tiene sus límites y sus peligros: “Conviene deshacerse de cierta cultura ligada al antifascismo moral, la cultura de la respetabilidad y las manos limpias. En ciertos casos, esta conduce a no utilizar los términos convenientes sobre la Palestina ocupada, a distanciarse de ciertas prácticas en la calle o sobre temas que podrían aislarnos. En otros, vuelve a negarse a implicarse en ciertos espacios de resistencia porque la gente que los compone no comparte exactamente nuestro lenguaje y nuestras prácticas, como hemos mencionado antes con respecto a los chalecos amarillos. Al principio, toda una izquierda purista le dio la espalda a lo que estaba ocurriendo. Este cruzarse de brazos, esta dejación habría provocado la fascistización del movimiento. Solo implicándose fue posible exacerbar las contradicciones, echar a los elementos fascistas y construir alianzas con el resto del movimiento y así dar vida a líneas políticas antirracistas en este entorno, que eran a priori las más lejanas. Solo así podremos traer a la gente hacia él”.
Hay que construir un bloque popular que trascienda el horizonte electoral, y eso solo ocurrirá si desarrollamos una política de la calle”
La batalla por la hegemonía cultural, por el sentido común, algo que ya teorizaron los neofascistas de la Nueva Derecha francesa durante los años setenta y que hoy está en plena ofensiva, cuenta con poderosos aliados en los medios de comunicación y las redes sociales. AFA Paris cita también el papel de estos instrumentos de comunicación y socialización, estos artefactos culturales y políticos que contribuyen a la conquista del relato: “¿Pero qué es este juego discursivo en un país donde, recordémoslo, los principales medios son propiedad de personalidades cercanas a la extrema derecha? En C8, una de las principales cadenas del grupo Bolloré y una de las más vistas en Francia, el 50% del tiempo de antena lo ocupa la gran familia política de la extrema derecha, mientras que la izquierda no acumula más que el 11,5%. Estas acrobacias parecen ser un rito de paso obligatorio en la seductora conquista del electorado por parte de los políticos, pero sus limitaciones son evidentes. Nosotros, en tanto que antifascistas, no podemos admitir ese juego”.
“Nos hace falta aportar un argumentario claro y alternativas posibles, al igual que políticas sociales. Deconstruir los fantasmas y los ataques de la extrema derecha. Debatir, incluso en el marco de una confrontación con la extrema derecha en un plató de televisión, sería darles lo que buscan ante todo: legitimidad y visibilidad. Sería admitir que sus discursos pueden ser escuchados con normalidad en el espacio mediático”, explican.
La infección del discurso de odio en las redes sociales es también un fenómeno global, y en Francia ya ha provocado en alguna ocasión, a través de bulos y noticias falsas, más de un altercado. Además, no son pocos los grupos en algunos canales de Telegram y en otras redes sociales que han sido expuestos por diferentes periodistas y colectivos antifascistas, donde se fanatiza y se llamaba a la violencia contra determinados colectivos: “Lo que realmente da miedo es la articulación de una generación criada con estos canales, junto con un conjunto de policías radicalizados, expolicías y exmilitares, grupos de survivalistas o empresas de seguridad privada, dispuestos a formar una milicia sin necesidad de haber sido construida dentro de un marco militante y político. Si bien esta dinámica sigue siendo embrionaria, ya hemos visto que se aceleró en el contexto legislativo el pasado junio. Es una lucha que deberá llevar nuestra generación, sin perder de vista que la resistencia al fascismo, en este país, se juega primero y ante todo en la calle, en los comités populares que mencionamos anteriormente, en las alianzas que logremos construir. Hasta ahora, es el mejor medio para hacer retroceder su creciente hegemonía, para colocar en la periferia la centralidad mediática de sus problemáticas, silenciarlos para hacer escuchar nuestras consignas y nuestras propias alternativas”.
Unas horas antes de la manifestación en recuerdo de Clément, nos citan en una calle cerca de Montmartre. Es un domingo, y la zona está llena de turistas. Si conoces un poco los códigos, distingues entre el gentío a algunos simpatizantes, por determinadas piezas de ropa, símbolos discretos o por andar igual de perdidos que nosotros, sin saber a qué nos han citado. Alguien nos reconoce y nos pide que le sigamos. Subimos hacia la basílica del Sacre Coeur, y nos sentamos en el césped, esquivando a los visitantes que tratan de sacar la mejor foto de las vistas de la ciudad. De repente, alguien hace una señal. Decenas de personas van juntándose en un balcón, sacando poco a poco sus banderas, sus pancartas, reconociéndose, saludándose, sonriendo. Hay un fotógrafo más arriba que pide a la gente que se junte para el encuadre. Los turistas no entienden nada y mantienen cierta distancia. La fotografía recogerá un mosaico de banderas y puños en alto, de gente venida de distintas partes de Europa, con la ciudad de París de fondo. “Eric Hazan [escritor y editor francés, judío de madre palestina, fallecido este año] escribió: ‘Dado que el tiempo apremia, apresuremos el paso’. Eso es lo que nos queda por hacer”, sentencian desde AFA Paris, un año después de esta foto, para concluir la entrevista.
Actualización: 10h
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